sábado, 11 de abril de 2020

A la manera de los poetas (1) (2) (3) (4) (5) (6) (7) (8) (9) (10)(11)(12)(13)(14)

                                      

                               (1)    Memoria

No sé cómo sonará mi nombre en tu boca
            Cuando cuentes aquel verano de mil novecientos ochenta y uno.
           
            Te hice unas fotos muy perfectas.
            
            Estrené contigo aquella cámara réflex de marca alemana.
            Revelé dos carretes de veinticinco
            Y te regalé cincuenta copias antes de que te fueras.
          
           ¡Me gustaba tanto oír mi nombre en tu boca!
           
             Nos perdimos mutuamente.
¡Hasta ahí llegó nuestro acuerdo!
            
            Tú, te fuiste.
            Yo, te dejé ir.
            Supuse que volverías.
No lo hiciste.

Te vi que devolvías al bolso de viaje la poca ropa que habías traído
(era verano, tú, una mujer muy práctica, dormíamos desnudos y accesibles)

Me voy, me contestaste.
No seguí preguntando.

No sé si una montaña de orgullo o un abismo de tristeza densa
hizo de parteaguas en nuestra vida.

Podrías haberte perdido en el largo camino hacia tu casa…
Podría haberme precipitado desde el balcón para acabar con la espera…

No he vuelto a tener noticias tuyas.

           ¿Has preguntado alguna vez por mí?

A veces me ronda la tentación de escribir tu nombre en la barra de Google,

           Pero abandono

No estoy seguro de la ortografía de tu segundo apellido.
Temo equivocarme y encontrar o perder falsas esperanzas.

Alguna noche, en sueños, se tiende tu recuerdo a mi lado
Y la palma de mi mano toma la forma precisa y breve de tu pecho.
Cuando despierto, sueño mi nombre en tu boca:
Una flor en tus labios.
           



(2)El desastre

El resultado de todas las guerras,
Al margen de quién cuente las batallas
y ponga número y fechas a la barbarie,
se resume en una operación de aritmética elemental.

Los vencedores mataron más y mejor que los vencidos;
Las montañas de cadáveres de los vencidos eran más altas
que las de quienes lucharon en contra.

Las dos, hacinadas, una encima de otra,
suman el total de quienes perdieron la guerra.

Hay otras montañas de dolor
insepulto,
Acrecidas en la villanía de todas las guerras:
La herrumbre de la memoria pisoteada,
Los frutos de los vientres violados y fecundos,
Los hijos que nunca tendrán respuesta
cuando pregunten por el nombre de su padre y su procedencia
Los padres desvelados,
que perdieron a los hijos criados para la vida.
Las lágrimas sobre el polvo…

Nadie gano ninguna guerra.
Unos perdieron mucho, todo otros.



(3)Por fin, la libertad

¡Es el desastre!
¡Ya no hay remedio!
Tengo veinte años
¿Qué hago con mi miedo?
Se ha vuelto pájaro la jaula

¿Dónde los barrotes que troceaban el cielo inmenso?
¿Dónde el horizonte que alcanzaba con las manos?
¿Dónde la fuerza de las alas para lanzarme al espacio abierto?

Se han alejado las muletas
Mis pies temen el sendero

¡Tengo veinte años!


Me cercan enjambres de abismos

Sueñan mis manos barandillas y ataduras

Goznes, umbrales y dinteles

Las puertas batientes

Mis codos un alféizar de mármol pulido tras la ventana

El mundo es un río en crecida que no para


Trozos de vidas ya deshechas en sus aguas
Está loco, desbocado mi corazón
Sin remedio.



(4) Palabras como pájaros

Tengo mi pecho de coplas
Que parece un hormiguero
Se empujan unas a otras
A ver cuál sale primero

La que primero se escape
De mi hormiguero pecho
A vivir libre en el aire
Yo le concederé el derecho

También podrá en las bocas
De quien la copla se aprenda
Poner palabras muy locas
Y que nada las detenga

Así salen de mi mano
Para que más vuelo tengan
Y pa que nunca se pierdan
Las escribo y las regalo




(5)La vida en las palabras

Tuyos fueron mis
Labios primeros.
Nos besábamos las mejillas
Próximas nuestras humedecidas comisuras
Brasas, ascuas, fulgor, caminaban nuestros besos hacia el beso.

También tu boca fue mi primera boca
Volcán, fuente, frontera.
Y mi primer cuello tu cuello.

Mis ojos, las primeras estrellas de un pecho vieron en el tuyo
Cielo, pleamar, ola rompiente.

La primera meseta palpitante en tu vientre.
La dureza mineral en tu pelvis
Y la ignorada humedad suave de tu sexo
Fueron en mis manos primeras

Tus piernas fueron mis primeras piernas,
Arroyos de mármol, chorros de magma,
En la redondez de tus tobillos sorbí aquel sabor a helado de frutas de tu cuerpo.

Eras todo nuevo para mi lengua
Tú, tendida como un río.
Hasta los precisos huesecillos de los dedos de tus pies me sabían a caramelo.

Nada me parecía excesivo
A toda tú me vertía insuficiente.

¿Cómo olvidar, dejar sin nombre,
La sorpresa de tu espalda,
Tu cintura precisa, esa hondura del aire que nacerá en grito, suspiro,  tierna palabra,
El corazón hendido de tus nalgas
Y esas corvas que se plegaban como los tallos de los lirios?

¿Qué por qué nombro hoy, dejo por escrito, tu cuerpo sin recato alguno?

Porque tengo miedo.

Temo morirme,
Y que no quede nada de lo que fue vida enaltecida un día
Que se hagan polvo, por descuido,
Los recuerdos frescos, juveniles. que han cruzado tantos años,
Tantos ríos, milagrosamente prendidos,
Frescos,
En esta ruina que los evoca.

¡Que estas letras sean las enviadas, ángeles, que trasladen a otro tiempo,
A otra carne y en otros ojos
El mensaje
De la vida que palpita!

Que en otros cuerpos se renueve el calor de la vida que estas letras no tienen
Pero que podrán encender
Como puede un frío mechero, corazón de piedra,
Encender la llama que el carbón guarda
En su prieto corazón.

Y hasta que todo termine, hasta que todo sea olvido
Al menos
Que en el pequeño tiempo que media entre dos parpadeos
Bebido ya por los ojos, aquello que fue pueda seguir siendo
Y que nada cese de ser. 



     (6)     La Espera

Nos dijimos las palabras más bellas:
Amor, alegría, placer, siempre.

Nos perdimos por las cumbres más altas.

En el transcurso de los días
Descubrimos que quizá no éramos dignos
Del tamaño de nuestras promesas.

Supimos que el amor tiene días minúsculos
La alegría no florece cada mañana
Siempre es una palabra muy larga
Escasa la longitud de nuestros brazos
El placer una llama de pocos minutos
El aire en las cumbres no sopla apacible todos los días

Descubrimos que quizá no éramos dignos
Del tamaño de nuestros deseos.

Se nos caían de las manos al suelo
Se rompían las palabras que los guardaban 
Antes de modular el aire
Quebrados llegaban ya a nuestros ojos
Los nombres llorados y no dichos.

Tuvimos que aprender que otras palabras eran posibles:
Olvido, tristeza, soledad, ahora
Nombran también la vida de otra manera.

Durante los fríos inviernos,
En un lugar adonde los ojos no llegan
Ni la sutileza del oído hiere
Crepita la vida 
Que reventará a su tiempo.



(7) Camino al trabajo

Todavía es de noche.
La aurora con sus labios de carmín
Besa el mundo incipiente
Sobre el mar lejano se encienden los celajes.

El tren no galopa se desliza como quien viaja envuelto en sueño.
Entre el ferrocarril y el afilado límite del mundo
Se perfilan poco a poco las aristas de las cosas:
Tabones de las huertas
Bordillos de acequia
Lindes
Casitas enjalbegadas y solitarias
El agua se rompe en sombríos, 
Sangrientos espejos multiformes.

El tren se detiene en la estación
Una luz sobre la montaña
El último lucero, alto, diamante, hermoso.

La fatiga del tren flota ahora sobre las nubes morenas de los naranjos
Nace el mundo manchado en sangre:
Lagunas de bronce
Acequias purpurinas
Charcos de vinagre
La múltiple piel del agua se pinta del color del cielo
Azogues que el aura divina repiten.

La oscuridad huye por entre las montañas
El resplandor crece
La tierra se enciende
Los rayos del sol hieren la pétrea testa de los montes…

El final del viaje es una estación subterránea, fría y oscura
Un prodigio de la mente del hombre

La obra de un dios impío. 


(8) Árbol

Tierra
Sol
Agua
Semilla fértil
Nada en vosotros está completo
Hasta que ungidos
El tiempo
El milagro
Vuestro nombre
Árbol
En el aire
Digo


(9) Árbol seco

Un árbol seco
no es un árbol,

Un hombre muerto
no es un hombre;

Solo un signo 
de interrogación.


(10) El sauce

Voluble
Melancólico
Casi humano
El sauce



(11)  Arboles talados

Escaleras de luz

La tierra alza sus brazos vegetales hacia el sol
hacia lo alto
sube
asciende
se empina
se eleva
este gesto verde 
que ordena el tiempo
en delgadas coronas concéntricas
y alegrías verticales.

En formas de luz
la oscuridad mineral
al sol se ofrece
y el sol
dibuja sombras
con perfiles de metal
en esa llama verde que reconoce.

Talar un árbol es truncar
esta fiesta de la tierra, el aire, el sol y del agua.

Derribar un árbol
es herir a la tierra.
levantar un vacío en el aire
arrumbar una torre de luz y de sombra
drenar un manantial, 
derrochar definitivamente un tesoro de tiempo

Un grito, un alarido de madre
que lleva en sus brazos un hijo muerto
recorre las entrañas de todo lo que tiene vida.

La caída de un árbol
azota la tierra con sordos
golpes de tristeza

Un árbol talado
es una tristeza horizontal
pegada al polvo,
que jamás volverá a ser alegría,
para siempre. 


   (12)  Desvarío

Desvariaba en las palabras
revoloteaban en el enramado de sus neuronas
hojas que un otoño desprende de su rama
y se precipitan escasas de gravidez hacia el suelo.

Su atención intermitente las agarraba en el vuelo
sin atender a ninguna concordancia
huecas de significado 
ausente la exigencia semántica.

Hablaba

Volaban desde el pretil de su boca
hacia el aire algo viciado de aquella sala de reposo:
¡cuánta vida apagada en aquel rescoldo!
¡cuánta llama alimentada
de cuanto faltaba ya en aquellas grises brasas!

Cantaba a veces
sin ton ni son.

Voces de pájaro extraño
que no tenían respuesta
trinos de un cielo lejano,
que otros aires evocan,
sonidos nacidos en la oscuridad 
de la cáscara transparente 
donde madura el insecto.

¡Desvarío!


      (13)    Los besos

Nada he probado más dulce que los besos
Tus besos.
Quizá sean más dulces las alas de las mariposas
El dorado fluido que mana de las bocas de las abejas
La roja lengua de los zunzuncitos.

Pero los besos, tus besos...
¡Cuánta sangre convocaban en mis labios!
¡Cómo se aceleraba mi corazón!
¡Qué mensajes de dulzor recorrían mi espalda!
¡Cuánta prisa rezumaban mis pies, en mis ojos tus labios!

Ningún caramelo ha suplido la lejanía de tu boca,
Nada  más amargo que esta persecución obsesiva
Del dulce en los dulces, 
Inútiles los edulcorantes mentirosos.

Tomo el café amargo de tu ausencia
Me recreo en el recuerdo de tu boca dulce
Ningún sucedáneo llega a la altura del sabor de tus labios
Viven frescos en mi memoria
Encarnados en las sutiles leyes de la bioquímica
Encaramados en la espalda del tiempo
Ajenos a las leyes de la física.


            (14) Los besos no dados

¿Adónde van los besos que no se dan?

Dime
¿Qué hago con todos estos átomos 
Convocados en mi cuerpo todo
Por la promesa de tu piel? 

¿En qué órbita gravitarán, 
Habitarán nuestros deseos?

Del sol venían, eran de luz
Del agua venían, de su frescura
El aire los había traído, ingrávidos casi,
De tierra fértil estaban hechos y húmedos.

¿Adónde van los besos que no se dan?

¿Volverá al aire lo que trajo el aire?
¿Qué nueva semilla geminará en la tierra fértil?
¿Alimentarán de nuevo
Las lluvias que los trajeron?
¿Emprenderán el camino de vuelta hacia el sol?

Toda una eternidad tienen para volver a ser
Lo que fueron antes de ser forma de beso
Deseo
Un poco después vacío.

En ese mismo momento 
Emprendieron su vuelta
A lo que carece de nombre
A lo que no podemos decir. 












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